Me
voy a cagar en la madre que parió al que inventó los días malos.
Primero, el autobús ha pasado por un charco y me ha destrozado el
perfecto vestido que había elegido para la entrevista. Una vez me he
cambiado, he ajado a la calle con una nueva sonrisa llena de
ilusiones y la vieja del tercero se ha hecho la víctima para que le
acompañe al podólogo. ¿Y sabéis lo mejor? ¡Me he tenido que
meter con ella en la sala del médico y ver sus asquerosos pies! Pero
la cosa no ha acabado ahí. Cuando he conseguido llegar a la
librería, el dueño ha salido llorando desconsoladamente y me ha
dicho que la entrevista se cancelaba porque "su
queridísima perrita Lady Di" había fallecido. Y si pensáis
que nada más podía pasarme, os equivocáis. Cerca de mi casa hay
una pastelería con los mejores pasteles de chocolate del mundo.
Tenía la esperanza de que eso me animase después de este día tan
bonito, pero hoy la suerte no estaba de mi lado. La vieja del tercero
se había llevado el último trozo de mi pastel. ¿Os lo podéis
creer?
Subo
las escaleras del viejo y apestoso edificio en el que vivo para no
tener que encontrarme con la vieja roba pasteles. Cuando voy por el
tercero, acelero al ver que la puerta del ascensor se va a abrir. Si
me la encuentro, la mato. Y después le robo mi pastel. Llego a casa
con el corazón a mil por el sprint que acabo de hacer. Meto la llave
con fuerza, maldiciendo a la vieja cerradura que no quiere poner de
su parte. ¡Quiero mudarme de esta estúpida casa! Logro abrir la
puerta dando un empujón con el hombro y compruebo que ni Luna ni
Toulouse vienen a darme la bienvenida. Genial.
-
¿Ya estás aquí? - dice una voz desde el estudio.
-
No. Un loco me ha matado. Soy un fantasma y he venido para que vayas
a por mi cuerpo. No quiero que se lo coman las ratas - oigo su
estúpida y estruendosa risa y bufo.
-
¿Mal día? - veo a Danny salir de su escondite y se apoya en la
puerta con una expresión divertida.
-
Quita esa sonrisa si no quieres morir - voy a la cocina y abro el
congelador. Cruzo los dedos para que haya helado. Pero no queda. -
¿Cómo osas comerte MI helado de chocolate?
-
Ups... -sigue riéndose de mí. - ¿No has comprado pastel?
-
La estúpida vieja se me ha adelantado - gruño y rebusco por los
armarios.
-
¿Qué buscas? - se acerca lo suficiente para observarme mejor pero
sin correr ningún riesgo.
-
Tu virilidad - le miro con mucho odio y él intenta disimular
malamente una risita.
-
Mejor me voy - pero no lo hace. Se acerca disimuladamente sin que le
vea y me da un mordisco en el cuello.
-
¡Ay! - me doy la vuelta y le miro. - ¿Qué crees que estás
haciendo?
-
Intentando calmar a la bestia - pongo los ojos en blanco y él me
acorrala contra la encimera.
-
No tengo ganas de jugar - coloco las manos en su pecho para
apartarle, pero él me las coge y las pone detrás de mi cuerpo.
Genial, no puedo moverme.
-
Eres una mala novia - dice mientras desliza su lengua por mi cuello.
-
¿Yo? - doy un respingo cuando su cadera choca contra la mía.
-
Ni un "hola cariño, qué tal estás" - dice imitando mi
voz. - Ni siquiera me has preguntado por la canción. ¿Te acuerdas
que llevo diecisiete días encerrado en ese cuchitril componiendo una
canción?
-
Mierda... - Danny sonríe vencedor. - Lo siento cielo. Mi día ha
sido tan horrible que me he olvidado por completo de ti.
-
Ya veo - pone sus labios en mi cuello y todo mi cuerpo se estremece.
- Está terminada.
-
¿Lo has conseguido? - asiente y de repente todo mi enfado se esfuma.
- Estoy orgullosísima de ti, Danny.
-
Lo sé - sonríe con petulancia y lentamente se acerca a mis labios.
- ¿Lo celebramos?
-
Primero quiero escucharla.
Danny
sonríe y me coge la mano para llevarme hasta su estudio. Se sienta
en el pequeño piano que tenemos y me indica que le acerque su
armónica. Antes de poner los dedos sobre las teclas, me mira una
última vez. Está nervioso. Lleva mucho tiempo con esta canción y
quiere que sea perfecta. Respira profundamente y entonces empieza a
tocar una preciosa melodía.
Todo
mi vello se eriza. Ver a Danny tocar el piano es una de mejores cosas
que hay en este mundo. Pero oírle cantar, con esa voz tan particular
y preciosa que tiene, logra atraparte e hipnotizarte. No puedes dejar
de escucharle. Esa pasión que pone cuando canta, consigue
transmitirla. Y creo que esa es la razón por la que estoy llorando.
No me detengo hasta que Danny se aparta ligeramente del piano y me
mira expectante.
-
¿Y bien? - se quita la armónica y me hace un gesto para que me
siente en su regazo. - Espero que no estés llorando porque haya sido
horrible...
-
Todo lo contrario, Dan - le miro con una sonrisa tímida y él me
acaricia la mejilla, llevándose así las últimas lágrimas. - Es
preciosa.
-
¿Te gusta? - asiento rápidamente y él sonríe feliz.
-
Pero tú triunfarás, Danny. Lo sé - me mira desconcertado y tarda
un segundo en entenderme. - No fracasarás como los de la canción.
-
Yo seré feliz mientras logre hacer feliz a los demás con mis
canciones - me da un beso muy dulce y después me abraza.
-
¿Vas a llorar? - noto cómo bufa y deja de abrazarme.
-
Gracias por romper este bonito momento - me mira divertido y después
me da una palmada en el culo para que me levante.
-
Seguirías siendo todo un hombre aunque lloraras - le digo para
picarle.
-
¿No íbamos a celebrarlo? - se levanta del taburete y se acerca a
mí.
Me
empuja con la mirada hacia la puerta. Una sonrisa involuntaria se
instala en mi rostro al saber lo que va a ocurrir. Nada de sexo en la
cama como dos ancianos. Nuestras celebraciones, digamos que son...
diferentes. La sonrisa lobuna de Danny consigue erizarme toda la
piel, y ni siquiera me ha tocado. Da un paso hacia mí y yo
retrocedo. Se toca el pelo en un acto de distracción, pero yo soy
más lista. Giro sobre mis talones y corro hacia la otra punta de
nuestro diminuto piso. No hay escapatoria.
-
¿Te vas a resistir? - Danny se acerca a mí en dos zancadas y me
observa de brazos cruzados.
-
Me gusta jugar - ronroneo y me apoyo contra la pared.
-
Que gane el mejor - otra zancada más y se para delante de mí.
Escasos centímetros nos separan. - Quiero desnudarte.
-
No tan rápido, vaquero. Primero tendrás que cogerme - me escabullo
soltando un pequeño grito y mientras huyo, puedo escuchar su risa.
Me
escondo en el baño. Único cuarto con pestillo, pero aún así no lo
utilizo. ¿Qué gracia tendría? Me meto en la ducha y espero
impaciente y con la respiración agitada a que venga a por mí.
Cuando veo que pasan los minutos y él no aparece, asomo la cabeza y
le veo parado en la puerta.
-
¿A qué esperas? - le insto para que se meta conmigo y "me
atrape".
-
Es divertido ver cómo haces todo este paripé aunque ya sepas cómo
va a acabar - se muerde el labio para no reírse y da un paso para
acercarse a mí.
-
Eres un aguafiestas - salgo de la ducha y entonces me fijo en que
lleva algo en las manos. - Oh.
-
Veo que te acuerdas - levanta la mano derecha y deja que observe más
de cerca mi antigua liga roja.
-
Esa noche fue...
-
Inolvidable - acaba por mí. Asiento, porque tiene razón. - Quiero
repetirla.
-
¿En el baño? - asiente y yo acepto entusiasmada.
-
Junta las manos y ponlas encima de tu cabeza - obedezco y, después
de atarme con la liga, busca un sitio donde tenerme bien sujeta. -
Esto servirá.
-
No seas muy bruto o habrá que comprar otra - Danny ser ríe pero sus
ojos llamean. Creo que no le importa nada que la barra que hay detrás
de la puerta para las toallas, pueda romperse. Me ata y se queda
observándome. - ¿Qué pasa?
-
Se me ha ocurrido una idea - abre la puerta intentando no darme y
desaparece. Unos minutos después, vuelve y trae consigo uno de mis
pañuelos. - Te voy a vendar los ojos.
-
Suena bien - dejo que lo haga. Ahora no puedo ni verle ni tocarle. Es
demasiado excitante. Pero de repente me acuerdo de que sigo vestida.
- Danny...
-
¿Qué?
-
¿Cómo pretendes quitarme la blusa? - escucho cómo se ríe durante
unos minutos y cuando decide parar, me desata y me da la vuelta. -
Espero que aún te acuerdes de follar.
-
Ha sido un lapsus, ¿vale? - me besa para que me calle y deje de
burlarme. Nuestros dientes chocan, pero a él no le importa. Quiere
que me calle y por eso me besa tan salvajemente, dejándome sin
aliento. Una vez decide que ha tenido suficiente, agarra mi blusa y
me la saca rápidamente. Hace lo mismo con el sujetador. - Ahora ya
te puedo atar.
Dicho
y hecho. Vuelvo a tener las manos en alto. Con un dedo, Danny traza
una línea desde mi cuello hasta el final de mi espalda, donde
empieza la falda. Todo mi cuerpo se estremece. No puedo verle ni
tocarle. Es frustrante porque no puedo anticipar sus movimientos. Y
por eso es tan excitante. Danny muerde mi oreja y tira fuerte. Un
jadeo escapa de mis labios. Duele. Pero aún así dejo que lo repita.
Pone una mano en mi entrepierna y aprieta. Jadeo de nuevo y muevo
impaciente mi cuerpo. Danny se pega a mi espalda mientras sigue
torturándome con esas caricias. Necesito más. Hay demasiada tela
entre sus dedos y mi húmedo y palpitante sexo.
-
Quítame la falda - gruño y noto una sonrisa suya contra mi piel.
Danny
me obedece pero a un ritmo tortuosamente lento. Mientras desliza esa
odiosa prenda fuera de mí, acaricia mis piernas, mandando descargas
por todo mi cuerpo. Ya solo falta que se deshaga de las bragas. Danny
vuelve a acariciar mis piernas pero esta vez en sentido contrario.
Besa delicadamente mi cuello y después lo lame y muerde mientras me
masturba. Con una mano presiona sobre mis bragas y con la otra,
aprieta y masajea uno de mis pechos. Mi respiración cada vez está
más agitada. Aparta con un dedo la fina tela y me penetra con él a
un ritmo frenético. Muevo las manos intentando liberarme. Quiero
verle. Necesito tocarle. Gruño desesperada. Otro jadeo se escapa de
mi boca al introducir otro dedo. Y otro más al mismo tiempo que
marca mi cuello con sus dientes. Jadeo. Noto que las piernas
comienzan a fallarme, pero resisto. Danny comienza a dejarme un
camino de besos por mi columna. Cuando llega a mis bragas, las agarra
con los dientes y, con ayuda de los dedos, comienza a quitármelas.
Pero con tan mala suerte que acaba rompiéndolas.
-
Una lástima - dice como si de verdad estuviera apenado, pero puedo
notar una pizca de lujuria en su voz. - Me gustabas con estas bragas.
Vuelve
a acariciar mis piernas, subiendo el dedo por mi espalda hasta llegar
a mi cuello. Muerde el lóbulo de mi oreja derecha y entonces sé que
va a follarme. Aquí y ahora. Sin más esperas. Con una mano agarra
con fuerza mi pelo, tirando hacia atrás, inmovilizándome. Con sus
piernas separa las mías y segundos después puedo sentirle dentro de
mí. Se mueve a un ritmo lento pero aun así las embestidas son
duras, salvajes. Mis gemidos se mezclan con los suyos, pero se ven
interrumpidos cuando la mano de Danny choca contra mis nalgas. Grito
al no esperármelo, pero no tardo en desear que lo repita. Y como si
Danny leyese mi mente, vuelve a azotarme. Varias palmadas y muchos
gemidos después, Danny comienza a aumentar el ritmo de sus
movimientos. Con la mano libre me masturba, acariciándome el
clítoris a gran velocidad. De repente, mi cuerpo se tensa. Entonces,
comienzo a sentir esa electricidad en mi sexo que dura segundos pero
que es la sensación más placentera que una persona puede
experimentar en toda su vida. Siento cómo ese pequeño cosquilleo
recorre todo mi cuerpo, destensando poco a poco cada músculo y
dejándome completamente agotada. Ni siquiera soy consciente de que
Danny también ha llegado al orgasmo y está desatándome y
cogiéndome en brazos, ya que mis fuerzas han desaparecido.
Estoy
tumbada en la cama, con Danny a mi lado. Los dos intentando
normalizar nuestras respiraciones. Danny gira su cuerpo y me mira.
Sus ojos están brillantes y una sonrisa feliz aparece en su rostro.
-
Lo que daría por un pedacito de mi tarta - resoplo frustrada y
enfadada por la vieja del tercero.
-
No te muevas - Danny se levanta con energías renovadas y se viste
rápidamente.
-
¿Qué haces? - él no deja de sonreír. Se acerca a mí y me da un
beso fugaz.
-
Voy a por tarta - le miro confusa.
-
La vieja se llevó el último trozo... - termina de vestirse y coge
su cartera, comprobando que lleva dinero.
-
Lo sé - dice sin que desaparezca su sonrisa. - Pero yo conozco la
segunda mejor pastelería de la ciudad.
Me
tira un beso desde la puerta y desaparece. Tengo un novio que está
loco. ¿Quién en su sano juicio sale a comprar tarta después de lo
que ha ocurrido en el baño? Sí, solo Danny Jones. Me acomodo en la
cama y espero impaciente a que mi novio me traiga un trozo de pastel.
El sonido de un cascabel hace que las imágenes de ese delicioso
trozo de cielo desaparezcan de mi mente. Luna y Toulouse se han
subido a la cama y se acercan pidiendo mimos.
-
Ahora sí que venís, ¿eh? - dejo que se tumben y se apoyen sobre mí
y, como buena ama que soy, les acaricio mientras ellos me regalan sus
ronroneos.
Media
hora después, oigo la puerta de la entrada. Danny entra en el cuarto
con una caja enorme.
-
Con un trozo pequeño me conformaba - le digo pero él niega.
-
Cuando la pruebes, querrás repetir una y otra vez - se sienta a mi
lado y abre la caja.
-
¿Quieres que me ponga gorda? - Danny ríe y coge el primer trozo con
su mano. - Cariño, ¿para qué inventaron los tenedores?
-
Esto es más divertido - sonríe como un niño pequeño y prueba el
pastel. Cierra los ojos y cuando los abre, mira la caja y luego me
mira a mí. - Casi que no te voy a dar nada. Está demasiado rica.
-
¡Quiero tarta! - los gatos se asustan por mi grito y huyen. - No
seas malo y dame un poco.
-
¿Quieres que te dé un poco? - asiento con entusiasmo y él pone su
sonrisa traviesa.
Coge
un trozo y se sienta a horcajadas sobre mí. Primero come él y yo me
relamo, impaciente por probarlo. Intento cogerle el pastel pero Danny
atrapa mis manos y las pone encima de mi cabeza. Cuando queda tan
solo un pequeñísimo trozo, lo acerca lentamente a mi boca y con
suma delicadeza lo pone sobre mis labios entreabiertos. Cierro los
ojos y me dejo llevar por el delicioso sabor del pastel y por las
caricias que Danny me está dando por todo el cuerpo. Sin duda, la
mejor manera de comer tarta. Abro los ojos y veo que Danny me está
mirando con deseo.
-
¿Quieres más? - no solo me pregunta por el pastel.
Coge
un trozo más y, antes de dármelo, me besa con pasión, dejándome
muy claro que lo que ha empezado en el baño, va a continuar en
nuestra cama. Quién me iba a decir a mí que un día de mierda
acabaría con sexo salvaje y tarta de chocolate. Sin duda, tengo el
mejor novio del mundo.
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