martes, 12 de agosto de 2014

Acampada

Nos encontrábamos tirados alrededor del fuego. Tom nos había propuesto ir de acampada y todos habíamos aceptado encantados. Hacía tiempo que no nos reuníamos los 7. Tom se llevó a Gi y Harry a Izzy. Luego estábamos los solteros de oro, Doug, Danny y yo.

Por culpa de una broma pesada de Harry, Dan se había ido a dormir pronto y ahora, el pollito y yo nos habíamos quedado de sujetavelas de las dos parejas. No paraban de besarse, darse caricias y decirse tonterías en el oído. Así que Dougie y yo empezamos a molestarlos un poquito, tirándoles lo que encontrábamos a nuestro alrededor, interrumpiéndoles en los besos o poniéndonos en medio de las parejas.

- Me aburro - dije cuando conseguimos que nos hicieran un poco de caso.
- Hagamos algo - me apoyó Doug.
- ¿Por qué no os vais a follar un ratito? - propuso Harry.
- ¡Pero qué burro eres Haroldo! - dije poniendo cara de asco. - Si somos como hermanos. Aunque si quieres podemos irnos tú y yo a una tienda.

Pestañeé un par de veces y recorrí con mi lengua el labio superior.  Eso hizo que Harry tragara sonoramente y mirara inquieto a Izzy.

- Yo... Esto... - Harry nos miró a los dos. Estaba muy nervioso.
- Joder macho. Parece que no conozcas a Nicole - dijo Doug aguantándose la risa.

Izzy y yo ya estábamos muertas de la risa. El pobre Harry me miraba con odio y aunque su novia intentaba darle un beso, éste no se dejaba.

- Venga tonto. Si sabes que no me pones - dije para intentar destensar el ambiente.
- ¿Eso es un cumplido? - dijo mientras volvía a tener entre sus brazos a Izzy.
- A ver paranoico. Que me pareces un tipo muy atractivo pero que no te llevaría al huerto. Ya sabes, tengo otros gustos - dije guiñándole el ojo.
- Nicole, tienes el gusto en el culo - dijo Doug riéndose de mí.
- ¿Pero qué dices?
- Te gustan los hombres con el cuerpo infestado de pecas - empezó diciendo el enano. - Con risas que dan ganas de arrancarte los oídos.
- ¡Ala que exagerado! - si el resto no sabía aún por donde iban los tiros, ya debían saberlo.
- ¡Y que además la tienen pequeña! - y capón que se llevó Doug cuando lo dijo.
- ¿Te gusta Danny? - me preguntó Gi.
- Por favor Gi, no me digas que lo has adivinado cuando ha dicho lo último - dije mientras seguía encima de Doug torturándole un poco.
- Tranquila, si ya sospechábamos algo - dijo con una gran sonrisa.
- Me dejas mucho más tranquila.

Todos se rieron de mí. Llevaba intentando ocultar que me gustaba el pecoso desde hacía tiempo. Y había sido en vano. Tenía unos amigos demasiado listos.

- ¿Danny sabe algo? - pregunté con vergüenza.
- Nada - me tranquilizó Tom.
- Menos mal. Dudo que quiera algo conmigo - dije secándome una lágrima imaginaria.
- ¿Y por qué piensas eso? - me preguntó Izzy.
- Soy morena - mi respuesta produjo una risa general. - A ver, ya sabéis que a Danny le gustan rubias.
- Definitivamente tú eres la tonta del grupo - dijo Harry entre risas.
- ¡Oye! Sin faltar, eh - me crucé de brazos y esperé a que terminaran.
- Eres guapa, divertida, inteligente y sexy - dijo Gi. - Da igual que seas rubia, morena o pelirroja. Deberías lanzarte.
- No quiero que me rechace.
- Y no lo hará - dijo Tom con seguridad.
- ¡Gallina! - soltó de repente Doug.

Y todos parecieron ponerse en mi contra, porque empezaron a decirme que era una gallina y que no tenía lo necesario para meterme en la tienda de Danny y atacar.

- Estará dormido - intenté escaquearme.
- ¿Desde cuándo te ha importado a ti eso? - preguntó Doug.
- Sois unos pesados.
- Y por eso mismo vamos a seguir así hasta que levantes el culo y entres en su tienda - dijo Harry mientras me daba golpecitos en la pierna.
- Lo estás deseando - dijo Gi. - Te mueres de ganas por ir, pero tu cabezonería te lo impide.
- Más bien me impide el hecho de que si entro, vosotros estaréis aquí fuera escuchando - otra vez se echaron a reír.
- ¡Como si tú no nos hubieras oído a nosotros! - soltó Doug.
- Está bien, iré - me levanté y los chicos aplaudieron.

Caminé hasta su tienda y antes de entrar miré hacia donde estaban mis amigos. Me hacían gestos para me diera prisa, yo bufé y abrí la cremallera.

Y ahí estaba él, tumbado encima de todos los sacos de dormir. Ni siquiera se había molestado en meterse dentro de uno. Me acerqué sigilosamente y me arrodillé a su lado, observándole. Miré a la salida de la tienda dispuesta a irme, pero ellos tenían razón, debía arriesgarme.

Acerqué mis labios a su oído y soplé, con la esperanza de provocarle algún escalofrío. Pegué un pequeño mordisco en el lóbulo de su oreja ya que no veía ninguna reacción por su parte. Danny se revolvió y murmuró algo. Volví a morder en el mismo lugar.

- Doug, no seas pesado y déjame dormir - dijo sin abrir los ojos.
- No soy Doug - susurré en su oído.

Danny abrió un ojo pero lo volvió a cerrar.

- Entonces estaré soñando - soltó una carcajada.
- ¿Soñando? - dije mientras daba pequeños besos en su cuello.
- Sí. Solo en mis sueños me haces esto - seguía sin abrir los ojos.

Paré un momento y le miré a la cara.

- ¿Me estás diciendo que tienes sueños eróticos conmigo? - Danny abrió los ojos.
- Si prefieres llamarlos así... - dijo y empezó a pellizcarse. - Definitivamente esto no es un sueño.
- No. No lo es - me acerqué lentamente a él. - Danny...
- Dime - él miraba mis ojos y después mis labios sabiendo lo que iba a pasar a continuación.
- Voy a besarte - susurré contra su boca.
- Vale - antes de besarle ensanchó su sonrisa.

Primero fue una leve caricia de nuestros labios, provocando miles de pequeñas descargas por todo mi cuerpo. Con ese simple roce los dos cerramos los ojos, deseando saborearnos. Fue Danny el que atrapó mis labios entre los suyos, besándome con mucha dulzura.


Pero ese beso no tardó en volverse fiero, apasionado. Sin despegarme de sus labios, me senté sobre su cadera, intentando no aplastar nada que no debía. Danny, que hasta ese momento no se había movido ni un milímetro, pegó sus manos a mis muslos, apretándolos y acariciándolos por encima de mis vaqueros. Dejé de besarle y volví a su cuello, dejando marcas por todos los rincones, lamiendo y soplando, provocando que Danny se retorciera debajo de mí. Volví a sus labios, tirando de ellos, mordiéndolos, introduciendo mi lengua sin clemencia, escuchando pequeños jadeos que salían de la garganta de Danny. Seguía besándole mientras él metía sus manazas dentro de mi camiseta. El contacto con su piel me hizo estremecer. Con cada caricia que me hacía yo me excitaba más. Tiró de la camiseta y me la quitó. No contento con eso, dirigió sus manos al broche de mi sujetador y una vez quitado y tirado, me dio la vuelta, poniéndose él encima. Me miró durante un segundo y volvió a mi boca, besándome sin ningún cuidado, haciéndome daño. Pero él sabía que yo no me quejaría, los dos estábamos tan excitados que nos daba igual si no controlábamos nuestra fuerza. Danny se quitó la camiseta y pegó su pecho al mío, piel contra piel. Se desplazó hasta mi oreja, dejando tiernos besos por mi mandíbula. Cerré los ojos al sentir sus dientes morder el lóbulo de mi oreja. Después bajó con húmedos besos hasta mi cuello, marcándolo como yo había hecho antes con él. Danny gimió en mi cuello al sentir cómo desabrochaba el botón de su pantalón y volvió a besarme frenéticamente. Su lengua descendió a mis tetas, mordiendo y lamiendo mis pezones, rozándolos con sus dedos y provocándome gemidos que intentaba disimular, para que solo Danny me escuchara. Sus besos fueron bajando por mi vientre hasta que se topó con mi pantalón. Me miró como si me pidiera permiso y yo solo me mordí el labio y clavé mi mirada en la suya, incitándole a que lo hiciera. Él sonrió y desabrochó el botón y me bajó la cremallera con demasiada lentitud, volviéndome loca. Tiró un poco del pantalón y de las bragas y pasó su lengua por la zona que ahora estaba descubierta. Me retorcí de placer con el contacto de su saliva. Tiró un poco más del pantalón y se deshizo de él, llevándose también las bragas. Ahora estaba completamente desnuda bajo la turbia mirada de Danny que no dejaba de mirar mi cuerpo y de relamerse. Se quitó lo que le quedaba de ropa y se situó entre mis piernas, acariciándolas y apretándolas con avaricia, como si hubiese esperado mucho tiempo a tenerlas para él. Recorrió mis muslos hasta llegar a mis caderas, agarrándome y acercándome a él todo lo que pudo. Con una mano acarició el interior de mi pierna. Yo le miré pero en cambio él no dijo nada, solo me sonrió y siguió subiendo su mano, rozando mi vello púbico e introduciendo en mi sexo uno de sus dedos. Pero no tardó en meter un segundo dedo. Mientras me masturbaba me lamía y succionaba el clítoris, acompasando los dos movimientos. Danny me miraba de vez en cuando pero yo no le veía a él porque tenía los ojos cerrados, disfrutando de las sensaciones que me provocaba su lengua junto a su mano. Empecé a gemir más alto y a mover todo mi cuerpo como si no pudiera estarme quieta. Danny, satisfecho con mi reacción, volvió a mis labios, besándome ardientemente, metiendo su lengua en mi boca y jugando, haciéndome probar el sabor de mis propios fluidos. Bajó su mano, acariciando todo mi cuerpo hasta llegar otra vez a mi sexo, separando mis piernas y penetrándome despacio, sintiendo cómo entraba dentro de mí y disfrutándolo. Me sujetó las manos por encima de mi cabeza y empezó a aumentar el ritmo aumentando así mi placer. Cuando Danny notaba que me tensaba, disminuía un poco el ritmo para que durara lo máximo posible. Estaba siendo cruel conmigo pero los dos sabíamos que el final sería infinitas veces mejor. Me besaba, me mordía el cuello, yo le arañaba la espalda y él me gemía en el oído. Una gota cayó sobre mi frente. Era su sudor y me gustaba. Me abracé muy fuerte a él, enredando mis piernas a su cintura, apretando para sentirlo más cerca. Danny hundió su cabeza en mi hombro sabiendo que no tardaría en correrse. Cogí su cara con mis manos y le besé mientras él me penetraba por última vez, lenta pero decididamente. Salió de mí sin ninguna prisa y se tumbó a mi lado. Nos pusimos de lado para poder mirarnos mejor y estuvimos en silencio recuperando el aliento. Me acarició la mejilla llevándose parte de mi sudor y yo me acerqué para besarlo una vez más antes de quedarnos dormidos.

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